Las células sanguíneas se originan en la parte interna de los huesos, un lugar conocido como médula ósea. La aspiración y biopsia del tejido son técnicas que permiten su visualización directa.
Gran parte de las enfermedades hematológicas pueden diagnosticarse mediante este método, cuyo beneficio es excelente para el tratamiento oportuno de estos pacientes. ¿En qué consisten? ¡Sigue leyendo!
La médula ósea es un tejido especializado en la producción de células sanguíneas. Estas son los eritrocitos o glóbulos rojos, los leucocitos y las plaquetas. El proceso se denomina hematopoyesis, y las células pasan por un complejo proceso de evolución (diferenciación), caracterizado por varias etapas bien definidas.
Por desgracia, múltiples enfermedades hematológicas tienen su origen en la médula ósea. Estas se caracterizan por variaciones patológicas en el número total de las células, debido a un aumento o déficit en su producción. Algunas de estas enfermedades son las siguientes:
A pesar de que el hueso es un tejido muy duro, la médula es mucho más blanda y tiene un componente acuoso que permite su extracción. Debido a este fenómeno, se desarrolló la técnica de aspiración y biopsia de médula ósea. La misma permite visualizar el interior del tejido y evaluar el desarrollo de las células sanguíneas.
La principal diferencia radica en que el aspirado permite la obtención del material acuoso en el que se encuentran suspendidas algunas células, mientras que la biopsia es una muestra de tejido sólido. Por lo tanto, hay que considerar lo siguiente:
Ambos requieren una tinción específica para su observación a través de un microscopio. El especialista encargado de ver los aspirados suele ser el hematólogo, mientras que el patólogo se encarga de la evaluación de la biopsia.
Por lo general, se realizan de forma ambulatoria. Es decir, puedes acudir al especialista para que realice el procedimiento y esperar los resultados en casa. En otros casos, puede que se realice en pacientes que ya se encontraban hospitalizados, como parte del plan de estudio de alguna patología hematológica.
Si bien la toma de muestras suele realizarse en cuestión de instantes, es conveniente planificar alrededor de 30 minutos para todo el procedimiento. Esto implica la administración de medicamentos sedantes o anestésicos locales.
Existen varias zonas en donde puede hacerse la punción, pero por lo general se realiza en la parte posterior de la cadera (mejor conocida como cresta ilíaca). También puede realizarse en su parte anterior, así como en el esternón y el borde anterior de la tibia (en edades tempranas).
El personal de enfermería o médico tomará tus signos vitales, en especial la frecuencia cardíaca y la tensión arterial. Por lo general, es necesario colocarse una bata desechable en la que solo se encuentra expuesta la zona donde se tomará la biopsia, cuya ubicación dependerá del criterio médico.
Se recomienda guardar la calma y entender que se trata de un procedimiento seguro y que solo tiene finalidad diagnóstica. Para evitar complicaciones, es necesario comunicarle al médico cualquiera de las siguientes condiciones:
Es normal que luego de extraer la aguja empiece a salir sangre a través del orificio. Para controlar la hemorragia, basta con la colocación de gasas estériles con un vendaje que ejerza suficiente presión.
En caso de haber requerido sedantes, es normal que esperes unos minutos en la sala de recuperación para evitar cualquier tipo de inconveniente. Por eso, es recomendable no conducir luego del procedimiento e ir siempre acompañado.
Si bien el dolor tiende a desaparecer con el paso de los días, es recomendable consultar al médico sobre el control de los síntomas. En dado caso, este podría recomendar analgésicos orales como el paracetamol.
A pesar de que las complicaciones son muy raras, es recomendable acudir al médico si presentas los siguientes síntomas:
Como comentamos en el apartado anterior, el riesgo de padecer complicaciones es muy bajo. En los casos que se presentan, suele haber un antecedente médico de patologías que comprometen la adecuada coagulación de la sangre o la defensa del organismo ante las infecciones (inmunodepresión).
De forma paradójica, la médula ósea se encarga de la producción de las células encargadas de ambas funciones. Las infecciones que suelen asociarse a estos procedimientos son la osteomielitis y los abscesos.