La inmigración, las armas y las minorías son tres temas emblemáticos de las divisiones más profundas de Estados Unidos y de los fracasos de Biden, en parte por su muy limitado margen de maniobra institucional.
El presidente inició su primer mandato sin un claro dominio parlamentario y lo termina con un Congreso dividido: el Senado en poder de los demócratas y la Cámara de Representantes con ligera mayoría republicana.
También tiene en su contra muchos estados gobernados por republicanos radicales y una Corte Suprema muy conservadora.
Biden no prohibió los rifles de asalto, pese a haberlo prometido y a varios tiroteos masivos.
No pudo o no logró hacer nada cuando la Corte Suprema puso fin al derecho constitucional al aborto.
Tampoco ha aprobado una ley para proteger el acceso al voto de los afroestadounidenses. Ni frenó los abusos policiales o la ola de sobredosis por los opioides sintéticos.
El presidente ha puesto fin a la construcción del muro que Trump quería levantar en la frontera con México, pero ni rastro de su promesa de reforma migratoria para abrir la vía a la ciudadanía a millones de migrantes y sobre todo a los «soñadores», los jóvenes que llegaron a Estados Unidos de niños.
Es más, por falta de acuerdo en el Congreso para una reforma migratoria y ante una inmigración masiva, propone limitar al acceso al asilo de los migrantes en la frontera con México, obligándolos a solicitarlo en países por los que transitan o a pedir cita en línea, una política similar a la de Trump, según las ONG’s.